Mensaje del papa Francisco para el 2025
Resumimos los principales puntos de los últimos mensajes y palabras del Papa Francisco antes de su fallecimiento . Se trata de una selección de las celebraciones desde Nochebuena y Navidad de 2024 hasta la Epifanía de 2025.
Índice de la página:
- 1 Propuestas del mensaje del papa Francisco para el año 2025
- 1.1 Sobre la Navidad. Eucaristía de Navidad de 2024
- 1.2 Sobre la Esperanza
- 1.3 El Reino de Dios que germina
- 1.4 Diálogo y escucha. Sobre la familia, pero también aplicable a cualquier otra realidad humana.
- 1.5 Te Deum de fin de año
- 1.6 Eucaristía de año nuevo 2025
- 1.7 Eucaristía de la epifanía 2025
- 1.8 Nosotros también somos «Estrella»
- 1.9 Oportunidad para volver a comenzar
Propuestas del mensaje del papa Francisco para el año 2025
En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti!. No olvidemos que Dios perdona siempre. Podemos ponernos en camino recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo ‘rápidamente’. Disponerse rápidamente, sin aminorar el paso, dejándose atraer por la buena noticia
Vayamos a ver al Señor que ha nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro. Para ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida.
Sobre la Esperanza
La esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime.
Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza. Nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas. Nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios. El sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia.
La esperanza no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar. No admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo. Es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres.
El Reino de Dios que germina
La esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión. Por ello, la esperanza cristiana es precisamente ese ‘algo más’ que nos impulsa a movernos rápidamente.
Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido. Allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia
Diálogo y escucha. Sobre la familia, pero también aplicable a cualquier otra realidad humana.
(Palabras en el rezo del ángelus en la festividad de la Sagrada Familia)
Cuidemos el diálogo, es el elemento más importante para una familia. Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz. Escuchar es dar importancia al otro, reconocer su derecho a existir y a pensar por sí mismo. En la familia es más importante escuchar que entender.
Un momento privilegiado para el diálogo y la escucha en la familia es la hora de comer. Es bueno estar juntos a la mesa y hablar. Esto puede resolver muchos problemas y, sobre todo, une a las generaciones: los hijos que hablan con sus padres, los nietos que hablan con sus abuelos, los tíos con los sobrinos… No te quedes nunca encerrado en ti mismo o, peor aún, con la cabeza en el móvil. Habla, escúchate, ¡este es el diálogo que te hace bien y te hace crecer!
No nos extrañemos si a veces nos pasa en la familia que no nos entendemos. Cuando nos suceda, preguntémonos: ¿nos hemos escuchado? ¿Afrontamos los problemas escuchándonos o nos encerramos en el mutismo, el resentimiento, el orgullo? ¿Nos tomamos tiempo para dialogar? Lo que podemos aprender de la Sagrada Familia es la escucha mutua.
Te Deum de fin de año
Sí, ¡la esperanza del mundo está en la fraternidad!. Acoger a hombres y mujeres de todo el mundo, católicos y cristianos de otras confesiones, creyentes de todas las religiones, buscadores de la verdad, de la libertad, de la justicia y de la paz, peregrinos todos de la esperanza y de la fraternidad.
La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado por el Padre para que todos lleguemos a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en los cielos y, por tanto, hermanos entre nosotros.
Que Dios cambie en mí lo que es indigno de un hijo, lo que no es humano, y en la que me comprometeré, cada día, a vivir como hermano y hermana de mi prójimo.
Cristo ha sido generado por el Padre, pero nació verdaderamente del vientre de una mujer. Afirmamos que Él es el Señor del tiempo, pero habita este tiempo nuestro, también este nuevo año, con su presencia de amor. Afirmamos que Él es el Salvador del mundo, pero podemos encontrarlo y debemos buscarlo en el rostro de todo ser humano. Y si Él, que es el Hijo de Dios, se hizo pequeño para ser abrazado por una madre, para ser cuidado y alimentado, entonces significa que hoy Él sigue viniendo en todos aquellos que necesitan del mismo cuidado; en cada hermana y hermano que encontramos y que requiere atención, escucha y ternura, en cada hermano o hermana que encontremos y lo necesita
Eucaristía de año nuevo 2025
En Jesús podemos ver la elección de Dios, la elección de la pequeñez y el ocultamiento. Él no cederá nunca al esplendor del poder divino para realizar grandes signos e imponerse sobre los demás como le había sugerido el diablo, sino que revelará el amor de Dios en la belleza de su humanidad, habitando entre nosotros, compartiendo la vida ordinaria hecha de fatigas y de sueños, mostrando compasión por los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, abriendo los ojos de los ciegos y reanimando a los extraviados de corazón. Jesús nos muestra a Dios por medio de su humanidad frágil, que se hace cargo de los frágiles. Dios es siempre cercano, misericordioso y compasivo, no olvidemos esto.
Eucaristía de la epifanía 2025
Como la estrella, que con su resplandor guio a los Magos a Belén; así también nosotros, con nuestro amor, podemos llevar a Jesús a las personas que encontramos. Haciéndoles conocer, en el Hijo de Dios hecho hombre, la belleza del rostro del Padre y su modo de amar, que es cercanía, compasión y ternura. Algo posible haciendo que nuestros corazones brillen en la fe, que nuestras miradas sean generosas en la acogida y que nuestros gestos y palabras fraternas estén llenos de amabilidad y humanidad.
La estrella, que en el cielo ofrece su luz a todos, nos recuerda que Dios, haciéndose hombre, viene al mundo para encontrarse con todo hombre y mujer de la tierra, sin importar la etnia, la lengua o el pueblo al que pertenezcan. Para confiar la misma misión universal que es poner fin a cualquier forma de preferencia, marginación o rechazo de las personas. Para promover entre nosotros y en los ambientes en que vivimos, una fuerte cultura de la acogida en la que los cerrojos del miedo y del rechazo sean reemplazados por los espacios abiertos del encuentro, de la integración y del compartir: lugares seguros, donde todos puedan encontrar calor y refugio.
Nosotros también somos «Estrella»
La estrella está en el cielo para que llegue a cada casa y rompa todas las barreras, llevando esperanza hasta los rincones más remotos y olvidados del planeta. Está en el cielo para decir a todos, con su luz generosa, que Dios no se niega a nadie y no olvida a nadie. Y es que la estrella nos habla del sueño de Dios: que toda la humanidad, en la riqueza de sus diferencias, llegue a formar una sola familia, y que viva unida en la prosperidad y la paz.
La estrella, trazando la ruta, nos dice que Dios nos alcanza allí donde estamos, para invitarnos a emprender un camino, a crecer con Él en el amor, hasta convertirlo en el sentido de nuestra existencia. Todos formamos parte de un pueblo en marcha, reiteró empezando por nuestro viaje interior. Caminar juntos es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. Y nosotros, contemplando la estrella, podemos renovar también nuestro compromiso de ser hombres y mujeres del Camino, como se definían los cristianos en los orígenes de la Iglesia. Animados siempre por una sana inquietud, que nos impulse a buscar nuevas ocasiones para ensanchar nuestros corazones e intensificar los vínculos que nos unen los unos a los otros en la caridad.
Oportunidad para volver a comenzar
Primera audiencia pública después de las fiestas de navidad (Audiencia del 11 de enero)
He aquí la sorpresa: acoger el Reino de Dios nos conduce a un nuevo orden de grandeza. ¡Nuestro mundo, todos nosotros tenemos necesidad de esto! Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Recomenzar. Poner en marcha un sincero deseo de volver a comenzar. Y nosotros volvemos a comenzar desde esta originalidad de Dios, que ha resplandecido en Jesús y que ahora nos compromete a servir, a amar fraternalmente, a reconocernos pequeños. Y a ver a los más pequeños, a escucharlos y a ser su voz. ¡He aquí el nuevo inicio, nuestro jubileo!.

