Jesús y las mujeres
Los relatos de los evangelios nos muestran cómo trataba Jesús a las mujeres y como a través del encuentro con ellas llega novedad y cambio, algo inesperado.
El trato de Jesús a las mujeres
La sociedad de los evangelios no es una sociedad igualitaria para las mujeres frente a los hombres. Es por ello que en los relatos resalta el trato muy próximo de Jesús con muchas mujeres que aparecen en primera línea de la buena noticia.
Por un lado tenemos relatos donde Jesús dignifica, sana, devuelve valor e integridad a las mujeres que sufren por la falta de derechos y discriminación de la sociedad.
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Evangelio de Lucas 13, 10-13
Por otro lado tenemos que Jesús las presenta como ejemplo a ellas y sus acciones para hablar del Reino de Dios.
Jesús les dijo otra parábola: !El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta!.
Evangelio de Mateo 13, 33
Mujeres que enseñan a Jesús
En los evangelios se entrevé la complicidad y la sintonía de Jesús que comparte la intimidad con amigas (por ejemplo Marta y María).
Estamos acostumbrados a los relatos donde Jesús enseña, sana, lleva paz, denuncia de injusticia… Pero una lectura atenta de los evangelios nos muestra que él también recibe y aprende en las relaciones que mantiene con las mujeres.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.
Evangelio de Mateo 15, 22-28
El lenguaje de Jesús y su forma de situarse en el mundo cambió a través de su relación con las mujeres. Jesús aprende de las ellas qué es la donación, la presencia de Dios en el cuerpo. A través de ellas el físico, la corporalidad, cobra un sentido de trascendencia.
Un fariseo le rogaba que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora». Jesús respondió y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él contestó: «Dímelo, Maestro». «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?». Respondió Simón y dijo: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Y él le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Han quedado perdonados tus pecados». Los demás convidados empezaron a decir entre ellos: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?». Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Evangelio de Lucas 7, 36-50
Al tocar y dejarse tocar por mujeres anula los códigos de pureza o impureza. el espacio de las mujeres se vuelve de sanación y salvación. En el intercambio de dones aprende qué es la receptividad, porque se deja tocar, curar, limpiar, ungir, mimar, enternecer.
Seguidoras de Jesús
La presencia de las mujeres como seguidoras de Jesús es constante durante los evangelios, y hay dos momentos en la que destacarán sobre el resto de seguidores, en primer lugar en el momento de la crucifixión, los evangelio nos dejan claro que los apóstoles escaparon, traicionaron, negaron, sin embargo las mujeres se mantuvieron junto a él:
Había unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Evangelio de Marcos 15, 40-41
El segundo momento es tras su muerte, ya que son las mujeres las primeras testigos de la resurrección.
Mujeres a las que se apareció Jesús
Todos los evangelios coinciden, las mujeres fueron las primeras en encontrarse con Jesucristo resucitado:
Marcos 16, 1ss: Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús… Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí.
Mateo 28, 1ss: Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro…. El ángel habló a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía 7e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado
Lucas 24, 1ss: Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles.
Juan 20, 1ss: El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro…. María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto.
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