Origen y formación del Nuevo Testamento

Vamos a revisar el origen y cuál fue el proceso de formación del conjunto de libros que llamamos Nuevo Testamento.

¿Por qué se llama Nuevo Testamento?

Vamos a detenernos en primer lugar en revisar el nombre, ¿por qué lo llamamos «nuevo testamento»?

El Título Nuevo Testamento resulta extraño. En español, “testamento” es el documento legal que expresa la última voluntad de un difunto; este libro, en cambio, no es un documento legal ni se parece en nada a un testamento.

La razón del título es la siguiente: los judíos que tradujeron al griego los libros hebreos usaron la palabra griega que significaba “testamento” para traducir la palabra hebrea que significaba “alianza”. El término griego adquirió así un sentido nuevo, pero a través del latín pasó al español con la forma “testamento”.

Se llama “Nuevo” por oposición al “Antiguo”, es decir, se refiere a la nueva alianza que hace Dios con la humanidad entera y que sustituye a la antigua, hecha con el pueblo hebreo.

El término Antiguo Testamento ha quedado para designar el resto de la Biblia, los libros que proceden de la tradición judía.

Origen y formación del nuevo testamento

La tradición Oral

En tiempos de Jesús existía ya una colección de libros judíos que componían lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento o antigua alianza. Los cristianos, siguiendo a Jesús, aceptaron aquellos libros, pero ya no con valor en sí mismos, sino como preparación al Mesías (=el líder consagrado) que tenía que venir; es decir, los cristianos referían el contenido de aquellos libros a Jesús, que había sido el cumplimiento de las promesas. Por eso, muchas partes del A.T, como Ley Antigua, ya no valían para ellos, como Jesús mismo lo había declarado y lo había explicado san Pablo.

Los cristianos, al principio, no tenían libros propios, pero citaban los dichos y los hechos de Jesús transmitidos, de palabra o por escrito, por los apóstoles y primeros discípulos; atendían, además a la guía que daba el Espíritu Santo a los grupos por medio de los profetas cristianos, es decir, de los hombres que recibían del Espíritu mensajes que transmitir a la comunidad. La fe no se basaba en libros, sino en el testimonio sobre Jesús y en la experiencia personal del Espíritu.

Los primeros escritos

Hay algunos escritos que se encuentran en el origen e influyeron en toda la formación del Nuevo Testamento.

San Pablo, que viajaba mucho, se mantenía en contacto por carta con las comunidades que había fundado, animándolas y aclarando o discutiendo ciertas cuestiones. Algunas de estas cartas se pasaban a otras comunidades para que las leyeran (Col 4,16); así se fueron copiando y quedaban coleccionadas. Otros apóstoles u hombres eminentes escribieron también cartas que han llegado hasta nosotros.

No tardó mucho en sentirse la necesidad de conservar por escrito los dichos y hechos por Jesús, y algunos cristianos, en diferentes regiones, escribieron los libros que hoy llamamos “evangelios” , para recordar y mantener vivo en las nuevas comunidades el mensaje original. Uno de los autores, Lucas, añadió un segundo volumen (Hechos de los Apóstoles), contando la expansión del mensaje a partir de Palestina hasta Roma.

Al ir muriendo los que habían conocido al Señor, se hizo más urgente recoger los escritos que habían transmitido el mensaje de Jesús y la experiencia de los primeros discípulos. Empezaron a constituirse colecciones (la de los evangelios, la de las cartas de Pablo). Los libros que circulaban eran más que los que ahora se incluyen en el Nuevo Testamento y hubo que decidir cuáles podían considerarse auténticos. Se eliminaron los evangelios falsos, que con pretexto de contar la vida de Jesús, hacían propaganda de ideas no cristianas. Se conservaron los escritos que se pensaba eran obra de apóstoles o de discípulos de los apóstoles.

El canon definitivo dentro de la Biblia

A fines del Siglo II, la colección reconocida comprendía ya los cuatro evangelios y los Hechos de los Apóstoles, las cartas de san Pablo (excepto Hebreos), la primera de Pedro (aunque aún era discutida en Roma), la primera de Juan y el Apocalipsis. Se siguió discutiendo en ciertos lugares acerca de Hebreos, Santiago, segunda de Pedro, segunda y tercera de Juan y la de Judas; en otros, en cambio, se admitían escritos eliminados después (Instrucciones para apóstoles, Pastor de Hermas, Apocalipsis de Pedro).

En resumen, los grandes escritos del Nuevo Testamento, unos veinte, estaban unánimemente admitidos a fines del Siglo II. La colección que nos ha llegado quedó fijada definitivamente al finalizar el siglo IV. Casi todos los escritos que la componen pertenecen al Siglo I.

Al fijarse la colección , los escritos origen de este nuevo testamento junto con los del Antiguo Testamento, quedó cerrada la formación de La Biblia, que no significa más que “Los Libros”.

¿Son todos los libros de la biblia iguales?

Aunque todo se llama “Sagrada Escritura”, no todos los libros tienen igual autoridad, el A.T hay que interpretarlo y juzgarlo a la luz de Jesús el Mesías.

En cierto modo, el mismo principio vale para el N.T, pues no todos sus escritos contienen completo el mensaje de Jesús ni se escribieron en las mismas circunstancias. Los únicos autores que pretendieron exponer íntegro el mensaje o, al menos, lo esencial del mensaje, fueron los evangelistas, y a ellos hay que recurrir para comprenderlo.

Los demás autores muestran algo de la vida y problemas de los grupos cristianos y explican aspectos del mensaje, tratándolos de manera teológica o en sus aplicaciones prácticas. Algunos escritos, sin embargo, consideran situaciones muy particulares y casi se limitan a cuestiones de organización o de polémica (1 y 2 Timoteo, 2 Pedro, Judas).

Como de costumbre, es san Juan quien da en el clavo y aclara la cuestión: la Palabra de Dios es Jesús, Mesías e Hijo de Dios; su persona es el mensaje. Los escritos que poseemos son testimonios más o menos cercanos sobre el único que es el camino, la verdad y la vida.

Documentos originales que se conservan

Los escritos del N.T nos han llegado en copias de los originales y, además, a trozos, en las citas que hacen los escritores antiguos.

Hasta el siglo IV se usaba como material para escribir el papiro, que sólo resiste largo tiempo en climas muy calientes y secos, como el de Egipto. A pesar de la dificultad de su conservación, han llegado hasta nosotros unos setenta papiros de los siglos II y III, que contienen fragmentos más o menos extensos de los escritos.

Desde el siglo IV se usó para escribir el pergamino (piel), material resistente que se ha conservado perfectamente hasta nuestros días. El número de documentos que poseemos es muy grande (sólo griegos, más de 5.000). Como es natural, hay pequeñas variaciones en el texto de unos a otros, pues no todos los copistas ponían el mismo esmero. La comparación de unos con otros permite restituir con certeza suficiente el original que salió de la pluma de los autores.

Aunque de los documentos que pudieron existir en el origen solo nos han llegado copias podemos asegurar que el contenido se ha mantenido durante la formación del nuevo testamento.

(Extracto de la Introducción al Nuevo Testamento traducido por Juan Mateos, editorial Edibesa)

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